El orden de la opresión

África busca un nuevo sistema internacional

Durante décadas, la relación de las potencias mundiales con los países africanos tras sus independencias paralelas y escalonadas ha sido paternalista y groseramente vertical. En tiempos de nuevas sensibilidades frente a la igualdad y la horizontalidad geopolítica, ¿cómo integrar a África de forma justa dentro del panorama político global?

 

Traducción del inglés de Andrés Hoyos. Ilustraciones de Joana Choumali.

POR Tim Murithi

Septiembre 14 2023
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Relating to imaginary things, técnica mixta. Bordado y collage (2019).

Tras la invasión rusa a Ucrania el año pasado, muchos países africanos optaron por no tomar una posición firme contra Moscú. Diecisiete Estados se negaron a votar por una resolución de la onu que condenaba a Rusia, y la mayoría de los países del continente ha mantenido lazos económicos y comerciales con Moscú a pesar de las sanciones. En respuesta, Estados Unidos y otros países occidentales han reprendido a los líderes africanos por no defender el orden internacional “basado en las reglas”, considerando que la neutralidad africana en el conflicto ucraniano constituye una traición a los principios liberales. Durante un viaje a Camerún en julio de 2022, el presidente francés Emmanuel Macron lamentó la “hipocresía” de los líderes africanos y los criticó por negarse a “llamar guerra a una guerra y decir quién la inició”.

Pero la verdad es que el orden internacional basado en reglas no ha servido a los intereses de África. Por el contrario, ha preservado un statu quo en el que las principales potencias mundiales, occidentales u orientales, han mantenido sus posiciones de dominio sobre el Sur global. A través del Consejo de Seguridad de la onu, en particular, China, Francia, Rusia, el Reino Unido y los Estados Unidos han ejercido una enorme influencia sobre las naciones africanas y han relegado a los gobiernos africanos a poco más que espectadores de sus propios asuntos. El bombardeo de Libia liderado por británicos, franceses y estadounidenses en 2011, justificado mediante una interpretación dudosa de una resolución del Consejo de Seguridad de la onu que autorizaba una zona de exclusión aérea, se destaca como un ejemplo. Antes de que la otan interviniera, la Unión Africana (UA) adelantaba una estrategia diplomática para reducir la crisis en Libia. Pero una vez comenzó la operación militar, el esfuerzo de la UA perdió fuerza y Libia se sumergió en un ciclo de violencia e inestabilidad del que aún no sale.

Por décadas, los países africanos han pedido que se reforme el Consejo de Seguridad de la onu y que se reconfigure el sistema internacional de manera más amplia y en términos más equitativos. Y por décadas, estas solicitudes han sido ignoradas. Hoy el orden mundial, dominado por unos pocos países poderosos que definen la paz y la seguridad como la imposición de su voluntad sobre los demás, se encuentra en un punto de inflexión. Más y más países de África y de otras partes del Sur global se niegan a alinearse con Occidente o con Oriente, se niegan a defender el llamado orden liberal aunque también se niegan a intentar derrocarlo como lo han hecho Rusia y China. Si Occidente quiere que África defienda el orden internacional, debe permitir que ese orden se rehaga para que se base en algo más que la idea de que los poderosos tienen la razón.

 

¿El orden de quién?

Durante la mayor parte de los últimos 500 años, el orden internacional fue explícitamente diseñado para explotar a África. El comercio transatlántico de esclavos secuestró a más de diez millones de africanos y los envió a las Américas, donde su trabajo forzado hizo que las élites en Europa y los Estados Unidos se volvieran excepcionalmente ricas. El colonialismo europeo y el régimen del apartheid fueron igualmente brutales, explotadores y deshumanizates para los africanos, y los legados de estos sistemas todavía se sienten en todo el continente. La moneda del Franco de la Comunidad Financiera Africana (cfa por su sigla en francés) es una reliquia del pasado colonial. Todavía le da a Francia una enorme influencia sobre las economías de 14 países de África occidental y central, y les recuerda a diario esta subyugación histórica, al igual que la persistencia del poder económico de los blancos en Sudáfrica. Ambos fenómenos refuerzan la percepción de que el orden internacional todavía trata a los africanos como ciudadanos globales de segunda clase.

Muchos expertos occidentales se apresuran a exigir que África “supere” las injusticias y deje de insistir en el pasado. Pero las sociedades africanas no ven el pasado como pasado. Lo ven como un presente que aún se cierne sobre el paisaje panafricano. Además, los verdugos de antaño no han cambiado su forma de pensar y sus actitudes, solo su retórica y sus métodos. En lugar de tomar las cosas ejerciendo la fuerza bruta, como lo hicieron en el pasado, las principales potencias ahora confían en acuerdos comerciales preferenciales y arreglos financieros sesgados para drenar al continente de sus recursos, a menudo con la connivencia de élites africanas corruptas.

Por supuesto que las grandes potencias todavía usan la fuerza. A pesar de que afirman defender un sistema internacional basado en reglas, estas potencias y sus aliados han impuesto con frecuencia su voluntad sobre otros países, desde los bombardeos de la otan sobre Yugoslavia y Libia hasta las invasiones de Afganistán e Irak lideradas por Estados Unidos y las invasiones rusas de Georgia y Ucrania. En 2014, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia lideraron una intervención militar en Siria en apoyo de las fuerzas rebeldes, a la que siguió, en 2015, una intervención militar rusa en apoyo del gobierno sirio. La invasión rusa de Ucrania en 2022 no es una desviación de este patrón, sino una continuación del reinado de los poderosos sobre los menos poderosos.

Las intervenciones de las grandes potencias han erosionado constantemente la pretensión de un orden basado en reglas y han hecho que el mundo sea mucho menos estable. Por ejemplo, las invasiones ilegales de Irak y Siria dieron fuerza a movimientos extremistas violentos, incluidos Al Qaeda y el Estado Islámico (también conocido como isis), que desde entonces se han propagado a manera de virus por África. Gracias en parte al caos generado por la intervención de la otan en Libia, el terrorismo islamista se ha arraigado en la región del Sahel, afectando a Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger. De manera similar, en el este de África, el extremismo religioso importado del Medio Oriente está socavando la estabilidad en Kenia, Mozambique, Somalia y Tanzania, todos los cuales están aterrorizados por un grupo extremista conocido como al Shabab. Estas amenazas no se sienten de manera aguda en Washington, Londres, París, Bruselas, Moscú o Beijing. Más bien, las enfrentan africanos que tuvieron poco que decir en las intervenciones de las que surgieron.

Las grandes potencias han creado una curiosa yuxtaposición: de un lado, intervenciones ilegales que han sembrado el terror en el Sur global y, del otro, fracasos internacionales a la hora de intervenir en crisis humanitarias: en Ruanda en 1994, Srebrenica en 1995, Sri Lanka en 2009 , y ahora en China, donde más de un millón de uigures han ido a parar a campos de concentración. Esta discrepancia expone la mentira que hay en el corazón del sistema internacional actual. Aquellos que continúan pidiendo la protección de un orden ilusorio basado en reglas evidentemente no han sido objeto de una incursión militar no autorizada. Muchos africanos ven estas voces como parte del problema, no como parte de la solución.

El mito de un sistema funcional de normas internacionales que constriña los caprichos de las naciones ahora debe descartarse. Las potencias mundiales deben reconocer lo que los africanos saben desde hace décadas: que el orden internacional disfuncional representa hoy un peligro claro para muchos países en desarrollo. El sistema de seguridad colectiva de las Naciones Unidas muere lentamente, sofocado por las acciones atroces de algunos de sus miembros más poderosos. Este sistema no solo excluye a la mayoría de la población mundial de la toma de decisiones internacionales, sino que a menudo los deja a merced de poderes y fuerzas hostiles. La hora de repensar y rehacer el orden global ya pasó. Eso no significa necesariamente tirar al bebé de la onu con el agua de la bañera, pero sí reinventar el multilateralismo y rediseñar las instituciones internacionales para crear un sistema global de seguridad colectiva más efectivo.

 

Una visión panafricana

Una visión africana para el orden global se basaría en el principio de igualdad y en la necesidad de enderezar yerros históricos. La tradición política e intelectual de África deriva su experiencia de ser un continente que busca la libertad, extrayendo ideas de las luchas anticoloniales y contra el apartheid. Este énfasis en la autodeterminación se hace evidente en el trabajo de muchos gobiernos africanos para promover el desarrollo económico, que es la última forma de empoderamiento. La solidaridad entre los estados y sociedades africanas ayudó a sostener las campañas contra el colonialismo y el apartheid en el siglo xx. Hoy, ese sentimiento sustenta a la UA y su Agenda 2063, un plan de desarrollo que quiere transformar el continente en una potencia económica. Y aunque el proyecto panafricano sigue siendo un trabajo en proceso –y se debe hacer más para consolidar la gobernabilidad democrática en todo el continente–, tiene mucho para enseñarle al mundo.

África lucha constantemente por más equidad en el orden mundial. Como víctimas de injusticias históricas, los africanos están a la vanguardia de las voces en pro de la justicia, definida como equidad, igualdad, responsabilidad y reparación por daños pasados. Las sociedades africanas también han mostrado al mundo cómo promover la reconciliación entre grupos y comunidades en guerra, sobre todo en Sudáfrica. Los africanos son de naturaleza “reconciliadora”, como lo demostraron durante la independencia. Cuando las antiguas potencias coloniales se retiraron de África, los africanos no tomaron represalias inmediatamente contra los europeos por el sistema brutal y explotador que habían impuesto a los pueblos del continente.

Este largo historial de búsqueda de la paz y la reconciliación da a los africanos la autoridad moral para exigir una reconfiguración del orden mundial. De hecho, segmentos de los encargados de elaborar las políticas exteriores a nombre del continente están clamando por reformar el sistema multilateral, reemplazando un orden basado en que el poder tiene la razón por otro basado en la búsqueda de la autodeterminación, la solidaridad global, la justicia y la reconciliación. En particular, están presionando para transformar a la onu en un sistema más justo y más acorde con las propias experiencias históricas de África.

 

El nuevo multilateralismo

Ninguna institución ejemplifica mejor la exclusión paternalista de África que el Consejo de Seguridad de la onu. Según el Instituto Internacional de la Paz, una organización sin ánimo de lucro, más de la mitad de las reuniones del Consejo de Seguridad y el 70 % de las resoluciones del Consejo de Seguridad con mandatos del Capítulo 7 –aquellos que autorizan el uso de la fuerza– tienen que ver con la seguridad africana. Sin embargo, no hay países africanos entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, facultados para vetar cualquier resolución. El continente debe arreglárselas con dos o tres escaños rotativos y sin poder de veto. Es una parodia de la justicia que los países africanos solo puedan participar en términos tan desiguales en las deliberaciones y negociaciones sobre su propio futuro.

 África ya defendió antes la reforma del sistema de la onu. En marzo de 2005, la ua emitió una propuesta para reformar el organismo mundial que señalaba que “en 1945, cuando se formaba la onu, la mayor parte de África no estaba representada, y en 1963, cuando tuvo lugar la primera reforma, África sí estaba representada pero no se hallaba en una posición particularmente fuerte”. La UA continuó afirmando que “África está ahora en condiciones de influir en las reformas propuestas de la onu y tiene unidad de propósito”, y agregó que “el objetivo de África es estar plenamente representada en todos los órganos de toma de decisiones de la onu, en particular en el Consejo de Seguridad”. Pero durante casi veinte años, este llamado ha sido rechazado por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, muchos de los cuales ahora se esfuerzan por involucrar a los africanos en su lucha en favor de Ucrania.

En vez de intentar resucitar la propuesta de 2005 de la UA, que en gran medida ha sido superada por los acontecimientos, las naciones africanas deberían volver a la mesa de diseño y comenzar un nuevo proceso para reformar el sistema multilateral. Los fundadores de la onu reconocieron que el organismo mundial no podría sobrevivir indefinidamente en su forma original. Como resultado, incluyeron una disposición para revisar y modificar el estatuto. El artículo 109 de la Carta de la onu permite realizar una “conferencia de revisión de la carta” especial, convocada por una mayoría de dos tercios de la Asamblea General de la onu y con el voto de nueve de los miembros del Consejo de Seguridad. Este voto no puede ser vetado por los miembros permanentes, que en el pasado han saboteado los intentos de reformar el consejo. En teoría, por lo tanto, no existen obstáculos insalvables para convocar una conferencia de revisión de la carta, aparte de asegurar una mayoría de dos tercios en la Asamblea General. Una coalición de países africanos y otros estados progresistas podría comenzar de inmediato la redacción de una resolución de la Asamblea General que ponga en la agenda la revisión de la carta.

Tal conferencia de revisión tendría el poder de alterar sustancialmente la Carta de la onu e introducir nuevas disposiciones que transformarían el sistema multilateral. A diferencia del sistema actual, que privilegia los intereses de unos pocos Estados poderosos, la conferencia sería relativamente democrática, ya que el artículo 109 establece que “cada miembro de las Naciones Unidas tendrá un voto” y que las disposiciones serán aprobadas por una mayoría de dos tercios. Por lo tanto, sus recomendaciones tendrían un alto grado de legitimidad moral, y la conferencia podría reforzar aún más su posición mediante la realización de amplias consultas con los gobiernos, la sociedad civil, las empresas, los sindicatos y el mundo académico.

 

Sometimes I wonder if they can hear it as well, técnica mixta. Bordado y collage (2019).

 

Los detalles de un sistema multilateral revisado se discutirían en la conferencia de revisión, pero el nuevo orden debería ser más democrático y capaz de abordar las necesidades de los oprimidos: aquellos que se ven desplazados, afectados por la guerra o simplemente resultan empobrecidos. En términos prácticos, un nuevo sistema multilateral no debería estar sesgado, como lo está el actual, ya que la historia ha demostrado repetidamente que los países más poderosos abusan de sus posiciones privilegiadas. Ningún país debería tener poder de veto sobre las decisiones colectivas; la autoridad debería dividirse entre los Estados-nación y los actores multilaterales, incluidos la UA, la ue, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y la oea. Un parlamento global similar a la actual Asamblea General de la onu, aunque con poderes democráticos ampliados, podría verse reforzado por un tribunal de justicia global, los cuales tendrían sus propias fuentes de financiación, por ejemplo, mediante impuestos sobre los flujos de capital internacional.

 

Un sistema renacido

Sería ingenuo pensar que los beneficiarios del sistema actual, en particular los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, permitirán una revisión de la Carta de la onu simplemente porque los países africanos la exigen. En consecuencia, África tendrá que construir una coalición de los dispuestos, que reúna al resto del Sur global y cualquier país desarrollado que pueda ser persuadido de la necesidad de rehacer el sistema multilateral. Sin embargo, una revisión institucional de esta escala no carece de precedentes: otras organizaciones internacionales se han transformado en el pasado, en particular la Comunidad Económica Europea, que se convirtió en la ue, y la Organización para la Unidad Africana, que se convirtió en la UA.

Los países africanos pueden desempeñar un papel importante en la reforma de un sistema multilateral que le está fallando a la mayoría de la población mundial. Pero hasta que sus intereses y preocupaciones no se tomen en serio, los gobiernos africanos seguirán aplicando una estrategia de no alineación y una ambigüedad intencional en sus tratos con las principales potencias. Los intentos de engatusarlos o forzarlos para que elijan un bando en la contienda en Ucrania porque los que tienen poder tienen la razón están condenados al fracaso, ya que nadie en África cree que el orden internacional se base en reglas. Sin embargo, no tiene por qué ser así. África está mostrando al mundo la forma de construir un orden global más justo y equitativo. 

 

ACERCA DEL AUTOR


(Ciudad del Cabo, 1970). Es jefe de intervenciones para la consolidación de la paz en el Instituto para la Justicia y la Reconciliación de Ciudad del Cabo y profesor de estudios africanos en la Universidad de Ciudad del Cabo y en la Universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica.